-
Qué ganas tengo de volver a casa.
-
A ver si nos vamos ya, venga...
-
¿Me queda gotero?
-
Un poquito aún.
-
¿Este es el último?
-
Eso han dicho.
-
Ay, qué ganas de irme.
-
Venga, va, que en un rato nos vamos... Intenta dormir.
-
Ya dormiré cuando esté en mi cama.
-
¡Hola! Ahora enseguida viene el médico y les da el
informe.
-
¿Me voy?
-
Sí. Ya se van a casa.
No
sabemos si esta persona está hospitalizado o si únicamente ha acudido a Urgencias
por algún problema puntual como una subida de tensión, una crisis de ansiedad,
o un accidente doméstico o laboral leve. Tampoco si padece un cáncer, o si
acaba de recuperarse de una cirugía mayor o ambulatoria, o de un parto múltiple,
o si sale de un ingreso hospitalario tras un cólico nefrítico, o un amago de
infarto, o una rotura de menisco. O si es un enfermo crónico, o si necesita
diálisis. Nada. No sabemos nada... Ni tenemos idea de su: “raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
Aunque
nada sepamos, tenemos cuatro certezas:
1-
El paciente está en un recinto hospitalario.
2-
Existe personal sanitario atendiéndole.
3-
Hay goteros
4-
Tiene una cama a la que volver.
Sabemos
más cosas, como, por ejemplo, que hay obviedades que terminan donde empieza la
dificultad. Sabemos que en una zona de conflicto, como mínimo, tres de esos
cuatro puntos obvios saltarían por los aires y que, con suerte, sólo
permanecería el segundo. Sabemos también que a “conflicto”,
le suele acompañar la palabra “armado”, y que juntos pueden “desencadenarse
por cuestiones como la identidad, la etnia, la religión o la competencia por
los recursos”. Y que eso puede suceder en cualquier lugar del mundo en el
que los intereses de las partes no quieran o puedan encontrarse, sea cual sea
el motivo o la justificación para ese desencuentro. Y sabemos que el conflicto
armado es uno de esos bifaces que hieren la realidad lo empuñes por donde lo
empuñes. Por un lado desgarra a quienes permanecen en su país desplazándolos lejos
de sus hogares. Por el otro, raja la vida de quienes se ven obligados a abandonarlo
porque sus vidas se ven amenazadas dentro de las propias fronteras que antes
los acogían. Desplazados y refugiados, dos marcas sangrantes del cruel bifaz.
En estos momentos existen cerca de 60 millones de
personas desplazadas por la guerra según un informe de ACNUR del pasado sábado,
Día Mundial del Refugiado. Sesenta millones de personas que han salido de sus
casas por la vía
impositiva con mucho, poco o nada encima. Gente que tenía una cama a la que
volver, una casa, unos vecinos, una vida cotidiana... ¿Cuántos de ellos
salieron arrastrando una enfermedad crónica, o llevando con ellos un mayor con
Alzheimer, o sacando adelante un embarazo de riesgo?... ¿Cuántos de esos
sesenta millones de seres humanos dependerá de la ayuda sanitaria que les
llegue?... “No sólo cirugías. Hipertensión, colesterol, diabetes. Hay muchas
enfermedades crónicas en las zonas de conflicto”, explicó Mila Font, de Médicos
Sin Fronteras en la mesa redonda: “Frente a la barbarie ayuda sanitaria”,
celebrada en el marco de la exposición “Norman Bethune: la huella solidaria”
(en el Palau de Cerveró de Valencia hasta septiembre).
Un captador de socios para una organización social, en la Gran Vía. Foto de Susana Hidalgo para @eldiario_es |
ACNUR, las estadísticas
Un mundo de refugiados (Reportaje de El País)
The Flight of Refugees Around the World
Conflictos Armados. Amnistía Internacional
Médicos Sin Fronteras
Uffff, Fani, veritats còm a punys. Quines diferències... I que un esser humà siga tan diferent depenent, soles, del lloc on naix...
ResponderEliminarSiempre creemos que todo ocurre lejos de nosotros, de nuestra bien ganada y trabajada comodidad. Hasta que acribillan a humoristas gráficos en su oficina. Hasta que decapitan al jefe de una empresa...hasta que asesinan a turistas que toman el sol aquí, a dos pasos, en una playa de Túnez. Siempre pensamos que a nosotros nunca nos puede pasar...que son cosas de salvajes entre salvajes. Y no, cuando el fanatismo se envalentona y además se le arma, no hay escapatoria posible. Con un agravante: Ellos sí quieren morir, nosotros no.
ResponderEliminarGracias por tu infinita empatía, Fani. Por entender que los desplazados y los refugiados, nada tienen que ver con los psicópatas del machete. Necesitamos personas como tú para abrir muchos ojos, muchas mentes. Para evitar el odio al extranjero.
Gracias, siempre, por lo que cuentas y como lo cuentas.
Un gran abrazo, Fani Grande.
Siempre creemos que todo ocurre lejos de nosotros, de nuestra bien ganada y trabajada comodidad. Hasta que acribillan a humoristas gráficos en su oficina. Hasta que decapitan al jefe de una empresa...hasta que asesinan a turistas que toman el sol aquí, a dos pasos, en una playa de Túnez. Siempre pensamos que a nosotros nunca nos puede pasar...que son cosas de salvajes entre salvajes. Y no, cuando el fanatismo se envalentona y además se le arma, no hay escapatoria posible. Con un agravante: Ellos sí quieren morir, nosotros no.
ResponderEliminarGracias por tu infinita empatía, Fani. Por entender que los desplazados y los refugiados, nada tienen que ver con los psicópatas del machete. Necesitamos personas como tú para abrir muchos ojos, muchas mentes. Para evitar el odio al extranjero.
Gracias, siempre, por lo que cuentas y como lo cuentas.
Un gran abrazo, Fani Grande.
Siempre creemos que todo ocurre lejos de nosotros, de nuestra bien ganada y trabajada comodidad. Hasta que acribillan a humoristas gráficos en su oficina. Hasta que decapitan al jefe de una empresa...hasta que asesinan a turistas que toman el sol aquí, a dos pasos, en una playa de Túnez. Siempre pensamos que a nosotros nunca nos puede pasar...que son cosas de salvajes entre salvajes. Y no, cuando el fanatismo se envalentona y además se le arma, no hay escapatoria posible. Con un agravante: Ellos sí quieren morir, nosotros no.
ResponderEliminarGracias por tu infinita empatía, Fani. Por entender que los desplazados y los refugiados, nada tienen que ver con los psicópatas del machete. Necesitamos personas como tú para abrir muchos ojos, muchas mentes. Para evitar el odio al extranjero.
Gracias, siempre, por lo que cuentas y como lo cuentas.
Un gran abrazo, Fani Grande.
Gracias por seguir con el Fémur empático y necesario. Saludos, abrazos... desde algún lugar de África.
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