“Mi sueño es ser una modelo en el Victoria's Secret Fashion Show”.
Le escuche esta frase a una niña de diez años en un programa
de televisión esta semana. Uno a donde van a cantar menores y en el que hay un
jurado eligiendo quien sí y quien no a toque de botón. Noté perfectamente en el
cerebro el toink de la frase cuando
colisionó frontalmente con otra que había dicho un niño sirio días antes.“Por
favor, paren la guerra. No queremos ir a Europa. Sólo paren la guerra”. En
inglés, la dijo también, como el final de la frase inicial de la niña. En un
inglés de colegio, convertido ahora en idioma de supervivencia, y en el que se
expresan algunos refugiados a los informativos y de los que no volvemos a saber
nada una vez retirados los micrófonos. El chico expresó este ‘deseo’ en la
estación de Budapest, a petición de un reportero de la televisión de Al-Jazeera. Habló a
cámara con cara de cansado, y en ese inglés básico que todo el mundo entiende.
Su ruego abrió los informativos del día, y tampoco hemos vuelto a saber más de
él. Imagino que el chaval ignora a día de hoy cuánto tiempo tardará la UE en
parar la guerra en su país. Y tampoco sabrá hasta qué punto su presencia en la
estación de tren es la prueba más evidente de una cadena de fracasos políticos
con la que se podría condenar a perpetuidad a los responsables de que él pida
paz en lugar de libros con los que volver al colegio. Ni sabe qué le espera en
Europa: si será bien acogido, de corazón, o si toda esta euforia de acogida y
discursos grandiemocionales
se quedarán en media sonrisa cuando asumamos que su llegada va a cambiarnos
a todos para siempre.
La niña había expresado su deseo en un lugar del que ignora que puede convertirla en un
juguete roto, si el ‘después-del-programa’ no se lo gestiona su familia de una manera
eficaz, y fuera ya de los focos televisivos. Tanto si triunfa como si fracasa,
son emociones que necesitarán estar bien encauzadas para que su vida no quede
magullada tras estar expuesta en un escenario al reconocimiento de su valía por
parte de un jurado, y delante de millones de personas. Por su forma de
expresarse, parece desconocer el calvario que pasan las modelos del desfile que
ella anhela para ejercer tan sólo durante unas horas como ángeles en ropa interior. “A medida que se acerca el
desfile, se incrementa aún más la rigurosidad de las dietas y cuidados: las
últimas dos semanas, sólo toman batidos y, doce horas antes del show, las
modelos dejan de beber por completo. Sin líquidos en absoluto, entonces te
secás. A veces podés perder hasta cuatro kilos sólo de eso”, explicó la modelo Adriana Lima en una entrevista que causó bastante incomodidad. Y seguro
que la niña desconoce igualmente el escaso porcentaje de mujeres en todo el planeta con genética compatible con la
herejía del 90-60-90. Ni es consciente del cúmulo de despropósitos alimentarios y psicológicos que les supone a aquellas personas que, aún teniendo los genes
en contra, dedican sus esfuerzos a trabajar en las pasarelas.
No se trata de criticar a la niña, que estaba allí libremente,
tan feliz y acompañada de su familia, igualmente feliz y libres de estar allí,
si así lo consideran. Ni de comparar una situación con otra. Se trata de... Si
dibujas un arco iris de deseos expresados por niños de esas edades, de diez,
doce, trece años... Uno bien grande y colorido donde quepan pintados todos sus
deseos... ¿No te parece que ambas situaciones podrían estar perfectamente
ocupando los extremos del arco?... Es esa enorme distancia que los separa, esa abismal
lejanía entre las dos realidades, tan ‘reales’, lo que las une a la vez. La
sensación que he tenido al escucharlos ha sido la misma: sentir que estaban
pidiendo un futuro del que los mayores somos responsables. Eso es lo que me ha chocado. Es una reflexión que comparto, por
si te apetece entrar ahí y pensar tú
también qué clase de sueños alimentamos a nuestros menores con nuestros actos y
qué responsabilidad tenemos en ellos. Sobre todo porque serán ‘nosotros’ cuando
tú y yo no estemos ya por aquí. Y quizás se hagan la misma pregunta.
"Equal acces", Alex Falcó Chang @cartoonmovement |
He dado la vuelta al "mundo" en tres párrafos. ¡Gracias!
ResponderEliminarPersonalmente, a mi ese programa de "talentos chiquitos" me incomoda en sobremanera. Nadie sabe cómo puede afectar a niños de ocho años o quizá menos que los tres señores que están ahí, por las razones que sean, no lo han elegido. Y encima luego con todo el cinismo le sueltan "hay mi arma, he estao a punto de girarme que ere lo má grande bla, bla, bla,", y el crio a moco tendido. Por no hablar de que se me da que en un alto porcentaje son los padres los que los colocan allí y el niño lo único que intenta es canalizar las ansias de sus "amantes progenitores"...
ResponderEliminarEn cuanto al niño sirio, alguien tendría que explicarle que a lo mejor, con el juego de los "seis pasos" sería perfectamente posible conectar a aquellos a los que pide que paren la guerra con los que la causan o se benefician de ella.