La parte entrañable de un Trancazo de Narices es la
sensación corporal de alejamiento de la rabiosa realidad y lo poco que puede llegar
a importante esa certeza. Es como si la piel que te circunda se despegase unos
milímetros de la urgencia esa del hacer-hacer-hacer, llegar-llegar-llegar y te
dieses cuenta de que todo lo que iba rápido, comienza a suceder a un ritmo
bastaaaaaante maaaaás pa-u-sa-d-o... Y que las prioridades cambian y que aquello
tan urgente ha quedado por obra y gracia del Dios Moco fuera del perímetro de mil
kleenex hechos gurruñitos delimitando
tu nueva zona de confort. Y entonces, en esa extrañeza, en ese asombro
repentino del bienestar psíquico frente
al derrumbe físico (paracetamol, antihistamínicos, inhaladores, humifidicadores
de romero...) es cuando te das cuenta de que los milímetros que han quedado
entre tú y la realidad son gloria bendita para tu cerebro arado... Y te viene a
la cabeza la escena de la película sobre la filósofa Hannah Arendt, tumbada en el sofá
de su casa mirando el techo, viendo izarse las volutas del humo de su cigarro
mientras filosofaba, y te invade una sensación de legitimidad para hacer lo
mismo ‘que-lo-flipas’. No fumas porque sabes que el golpe de tos pondría fin al
momento idílico y porque hace 25 años que lo dejaste, pero
replicas el resto de la escena por completo.
Tú, el sofá, el techo, el vapor del aceite de romero
dibujando volutas de humo a tu lado y
el placentero recuerdo de la filósofa tumbada mientras su cerebro hacía las
conexiones necesarias para elaborar sus teorías. “Necesito pensar”, decía Hannah Arendt, despegándose también unos milímetros de su rabiosa realidad. Y tú, en
tu globo gripal, emulas por completo ese estado filosofal y te acuerdas de aquella
Ley de la Gota de Aceite que tenías pendiente de desarrollar y que está
archivada en la carpeta: “Melonadas”, esperando un hueco mental. Junto al escalofrío de la fiebre te
recorre el estremecimiento de adentrarte en una nueva elucubración sobre dos gotas de aceite
de oliva que no sabes a dónde te va a llevar... ¿Como puede ser que una misma
gota de aceite actúe de manera distinta en un vaso de agua o en un papel blanco?... ¿Cómo puede permanecer sin perder su forma, flotando redondita y brillante en
el líquido transparente, sin contaminarse del entorno, inconexa del todo y hasta
moviéndose ligeramente por la superficie?... Y, a la vez vas observando a la otra gota
del papel, extendiéndose poco a poco, cambiando de forma lentamente, cada vez
menos gota y cada vez más mancha en la superficie, diluida, expandida, perdida
su forma y contaminando el medio con su presencia.
Dos gotas iguales con finales distintos e interpretaciones
diferentes... Esta semana, el Obispo Cañizares ha afirmado que gays y
feministas somos El Mal, y luego el Presidente de la CEOE sostuvo sin pestañear que el
trabajo “fijo y seguro” es un “concepto del siglo XIX”... Dependiendo en qué tipo
de sociedad caigan estas dos ‘gotas’, se quedará en eso, en una gota suspendida
o en una mancha que calará en ella, provocando una mancha de homofobia,
machismo y desigualdad laboral.
Qué bien lo expresas.
ResponderEliminarMejor expresado imposible,, asi estamos en España retrocediendo en el tiempo y espacio- Estamos en una Época de Decadencia, donde nos quieren sepultar, pero no lo vamos a tolerar si somos listos y sabemos a quien vamos a elegir para el próximo gobiernos,, yo lo se, ¿Y tu ?
ResponderEliminarInteresante y ameno. Te felicito y deseo que te mejores de tu catarro primaveral sin que pierdas por ello tu rica retórica.
ResponderEliminarTu capacidad para expresar sentimientos y situaciones es envidiable. ¡Que te mejores!
ResponderEliminarPrecioso articulo, tanto por tu detallada explicación de un buen, memorable y elegante trancazo como por la comparación de las gotas de aceite en distintos medios. A mi me da la impresión de que Einstein no se refería a esto lo de la teoría de la relatividad y del espacio tiempo... pero soy de letras, que se le va a hacer...
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